Existe una gran diferencia entre ser un buen vendedor o gran palabrería en las ventas. La venta es una acción que nos acompaña diariamente. Generalmente vivimos nuestros días entre la venta y la compra sin ser nuestra profesión u oficio.
Vendemos y compramos ideas, se trabaja por el canje de un salario. No es para nada ofensivo vender. Realmente, en el ámbito laboral es uno de los trabajos más espinosos, y también, es uno de las más placenteros.
La diferencia radica en que: Vender es mucho más que platicar
Vender resulta igual que pararse frente a un público y hablar. Por ello hay una leve confusión con lo que significa ser una persona locuaz con una cautivadora. Para ser un buen vendedor es necesario no apostar toda su confianza únicamente en la habilidad de establecer una gran conversación. Esto no le asegura las ventas.
Igualmente sucede con los escritores: su propósito es el de conservar la curiosidad del lector. El buen vendedor debe seleccionar las palabras apropiadas, saber percibir los intereses del cliente durante la plática y sobre todo saber cuándo es momento de callar. Indudablemente, debe tener presente que el cliente debe ser escuchado y no está ahí solo para oír lo bien que se expresa el vendedor. Debe establecerse un feedback entre ambos, esto hará más interesante la reunión.
Capacitación para vender empleando las palabras precisas: En el momento en que una compañía consigue a un vendedor, regularmente le enseña a vender en cuestión de días. Le facilita un manual, unas cuantas expresiones mágicas, entre otras cosas según sea el caso. Estos son métodos exprés, sin práctica y sin bases más consistente, con la única intención de que aumenten las ventas.
Sin embargo, los que en realidad son buenos vendedores corresponden a otra escuela. Donde la venta es un arte. Y donde cuya profesión es percibida como una efusión, una afición. Finalmente, la venta es un estilo de vida.
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