Carácter fuerte un mal acompañante para dirigir un equipo

Jefes con mal carácter no benefician el rendimiento laboral
Jefes con mal carácter no benefician el rendimiento laboral

Para dirigir un equipo, tener un mal carácter no es un buen consejero. Es notable que lo primero que responda una persona con mal carácter si alguien le increpa por su conducta es: “yo soy así, qué le vamos a hacer” y si esa contestación va de la mano de una persona con poder, debemos preocuparnos.

Todos amamos ser respetados y no hay nada más meritorio que respetar a un jefe; no temer su mal carácter por cualquier minúsculo error que se cometa. Así es improbable que un equipo de trabajo funcione. No es fácil pero tal vez ha llegado el momento de transformar tu carácter por el bien de todos, pero tal vez más por ti.

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Detrás del mal carácter no existe un buen líder

Detrás del mal carácter se ocultan personas que intentan protegerse o llamar la atención. Son personas inconformes con lo que esperaban en sus vidas; y es precisamente esa desilusión lo que se convierte en enfado, negatividad y mal humor.

Si reconoces esta descripción, debes saber que por muy mal que te estés sintiendo por ciertas conductas o asuntos laborales, subir la voz, la rabia y la irritabilidad perturban el ambiente e inducen a tristeza y ansiedad en los demás.

El carácter fuerte es malo para que un equipo sea eficiente

Al bajar las armas, los beneficios son numerosos. Se debe mostrar las opiniones con serenidad, esto hará que cuenten con la aprobación de los demás. Y se les tiene, en más alta estima y consideración. Exponer nuestras opiniones sin alterarnos nos hace ganar poder de influencia y respeto.

Aferrarse a la rabia es como aferrarse a un carbón ardiendo con el propósito de tirarlo a alguien; al final eres tú quien te quemas. Es imposible que ese empleado haga siempre todo mal. Y no es nada justo que inclines en él tus arranques de rabia o mal humor echando la culpa a los demás.

En ocasiones, a las personas con mal carácter todo les parece insuficiente. Aunque no lo parezca, el mal humor implica estar en resistencia, luchar con uno mismo. Para ver la vida desde un enfoque más cordial, pero, principalmente, para que tus trabajadores no salgan corriendo, baja el nivel de exigencias.

Pretender leer la mente de los demás para anticiparte a sus contestaciones de forma reactiva no es propio de un buen jefe. La empatía, ponerse en el lugar del otro, optimiza las relaciones profesionales, entre otras razones, porque sitúa a los participantes en un plano de igual a igual.

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