Mediocridad, es permanecer en la zona de confort

Mediocridad, miedo a salir de la zona de confort
Mediocridad, miedo a salir de la zona de confort.

La mediocridad, una palabra que suele interpretarse de manera despectiva.

Seguramente a nadie le gustaría ser calificada de esa forma. Si vemos su significado, esta palabra significa “el promedio”.

Es decir, persona que no da lo mejor de sí en sus propósitos y por lo mismo no los alcanza. Se queda inmóvil en su zona de confort.

Seguramente ninguna persona aceptará vivir en la mediocridad. Aun sintiéndose muy a gusto en ella. Inculpan a los demás de su mala racha. Cuando en el fondo es una decisión personal lo que les impide arrancar hacia sus metas.

Identificar la mediocridad en una persona

Viven en su mundo de negativismo autodestructivo: Se quejan constantemente (solos, acompañados, en las redes sociales) de lo triste que es su vida. Que nada les sale bien y que el destino se ha ensañado con ellas, dándoles más de lo que pueden soportar.

Son personas tóxicas. Consciente o inconscientemente, se plantean contagiar al entorno de su mala onda.

Igualmente, les cuesta ver los aspectos valiosos de las personas con que interactúan.

Toman decisiones para agradar al resto. Buscan la aprobación y el cariño de sus cercanos. A aquel “Pepe Grillo” interior lo silencian, convenciéndose de que sus opciones quizá no sean las mejores.

Sólo piensan en “ahora”, justificando sus fracasos. No son capaces de visualizar el futuro, porque sus objetivos son imprecisos. Viven en la ilusión de que lo único importante es el presente y por ello, son dispersos en sus actos y asuntos relevantes.

Mediocridad, sin objetivos claros
Mediocridad, sin objetivos claros

El estancamiento en el que viven producto de una pésima gestión de sí mismas es una realidad que no están dispuestas a percibir. Es más fácil pensar que “elementos externos” se ensañan con ellas sin darles tregua.

No se involucran en sus trabajos, se desaniman ante la primera adversidad, quedándose con la idea de que no vale la pena seguir intentando. Cuando eso ocurre, se desempeñan con lo requerido, sin esforzarse en aprender o mejorar su rendimiento.

No escuchan a las personas con las cuales interactúan, evadiendo cualquier sospecha de conexión emocional con otros.

Inventan envidia y resentimiento, conciben que la vida da oportunidades a personas que no las merecen, porque no son tan buenas, sacrificadas y perspicaces como ellas. Este pensamiento no hace más que engrandecer su estancamiento, pues crean un inmenso “odio contra el mundo” para nada productivo.

Revisa a fondo estos puntos que hemos señalado, realiza un análisis de conciencia y una ardua labor de autocrítica. Si reconoces en ti cualesquiera de estas señales, ¡Sal de tu zona de confort que te limita a vivir una existencia de grandeza!