Personas comunes, tú, él y nosotros, todos somos iguales. ¿No lo crees? Tan solo mira a tu alrededor, las personas que están cerca de ti. Si piensas que eres diferente por que estas solo en tu casa, te equivocas. La casa cuenta con muchos objetos similares a las demás casas: refrigerador, ventanas, puertas, sillas, y muchas cosas más.
Nunca antes en la historia de la humanidad, ser común había sido tan normal y rentable. Las pequeñas y fugaces recompensas e incentivos que obtenemos por calificar como “normales”. Refuerzan la posición que adoptamos en la vida diaria.
Actuación de las personas comunes.
Actuar como los demás, como nos dice que debemos actuar, es nuestra muy primitiva y cómoda manera de pertenecer a un grupo determinado. Pero ¿qué pasa con aquellos que no son nada comunes? ¿Existe salvación para ellos?
Por fortuna, ser comunes paga. Si no fuera redituable ser completamente común y corriente, simplemente no lo haríamos. Y la razón por la que obtenemos algo a cambio es porque ser común implica riesgos y vicisitudes más allá de lo imaginable.
¿O creen acaso que cuidar un mostrador en una dependencia pública no es arriesgado? ¿O ir por los niños al colegio? Cada ser humano que tildamos como común pertenece a un grupo y, por ende, es aceptado y en algunos casos, admirado.
De esta forma, haciendo lo mismo que hacen los demás, es que no nos sentimos solos ni perdidos todo el tiempo. Nos hermana leer las mismas revistas, ver las mismas películas, llorar por las mismas cosas, sujetarnos a las mismas normas.
Por ello colgamos en nuestra boca una sonrisa de comercial de pasta dental casi todo el tiempo. Ser una persona común es una bendición, y lo mejor de todo es que no nos cuesta nada.
Como ves, ser común es lo de hoy. Puedes llenarte de alegría y gritar intensamente.