Las innovaciones a cualquier coste, al parecer, es el nuevo mantra de los negocios. En las últimas dos décadas hemos visto, más bien, que es poco práctico cumplir con la manía del “fashion” en la gestión, en lugar de elaborar innovaciones gerenciales. Sin embargo, los directivos han empezado a moderar su interés por un nuevo modelo y se centran en el lado humano de estos cambios.

Y es que las innovaciones administrativas se han convertido en vectores de sentido que son beneficiosos y superiores a la fuerza de trabajo. Ellos deben ser racionales de abajo hacia arriba. Para lograr este estado de cosas, hay tres reglas que cualquier gerente que busca la innovación de gestión, debe respetar a fin de hacer negocios con éxito:

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No utilice soluciones prefabricadas

Sería absurdo suponer que las soluciones estándar pueden soportar todo tipo de dificultades que enfrenta la empresa. Sin embargo, por regla general, los gurús y consultores ofrecen que son la verdadera receta para el éxito. Estos productos se venden tanto que sirven para demostrar su valía en innumerables ocasiones.

Son recomendaciones tan impresionantes que hacen de estas soluciones, elementos confiables a los ojos de los ejecutivos corporativos. El problema con este enfoque es que cada empresa es única. Sería miope buscar una respuesta, sin tener en cuenta el pasado de la organización, su cultura y su forma de trabajar.

“La mejor forma de abordar la innovación es desde el hacer y el ser”

Poner en práctica lo que se predica

Por desgracia, hay demasiados directivos que desarrollan el trabajo en equipo en el principio de “hacer lo que yo digo, no hacer lo que yo hago”. Tales contradicciones pueden tomar muchas formas. Hay directores autoritarios, que animan a todos a participar en la gestión. Los líderes de negocios pueden llamar a la rendición de cuentas, y luego no cumplir con estos mismos valores.

De la misma forma en que un gerente conservador, que canta las alabanzas de la innovación, al final no va a pasar tal prueba. Esta brecha entre la promesa y la acción puede crear un choque de significados entre el personal, por una falta de comprensión y la reducción de la participación e incluso por la resistencia al cambio.

No todo el mundo es un empresario

Deseche la obsesión de que todos los empleados de su empresa son capaces de actuar como un empresario. La experiencia demuestra que es simplemente imposible. Todo el mundo tiene una cierta capacidad y todos tienen diferentes metas y deseos. Por ejemplo, no es raro que algunos empleados quieran evitar cualquier tipo de liderazgo en nuevos proyectos o cuando no están interesados. Esto no quiere decir que ellos no quieren trabajar bien, pero ratifica el hecho de que no sienten la necesidad de liderar.

Junto con los que no son un empresario de corazón, también podemos encontrar el personal que está muy interesado​ en el cambio, pero no poseen la especialización necesaria para controlarlos. Otros pueden apreciar sus propios intereses más que los intereses de la empresa.

Con una estructura de este tipo dentro de la empresa será de poca utilidad tratar de imponer un enfoque empresarial de todo el equipo de trabajo. Ninguna empresa necesita 100% de los líderes entre su personal.

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