Es bien sabido que un jefe, debe dar ejemplo a sus empleados. Por esta razón, muchos creen que es una virtud llegar el primero e irse el último. Pero realmente es un error. Es una manera de trabajar que ha sido frecuente, elogiada y vinculada con un empresario trabajador y dedicado a su negocio, que pretende saberlo todo, controlarlo todo o especular que si él no está nada funciona.
Ojo, no se trata de negocios con dificultades, sino todo lo contrario. De negocios de éxito que generalmente se atribuye a esta dedicación. Sin embargo, en ocasiones no marcharse porque tiene mucho trabajo involucra un problema, la incapacidad para delegar. Si el negocio va bien no debe haber inconveniente para contratar personal cualificado, y con experiencia para que apacigüen la carga de trabajo del jefe.
Personal responsable, con experiencia y conocimiento, que estén en sintonía y en quienes dejar en sus manos el día a día logre ser un asunto simple. No quiere decir que el jefe va a desaparecer, pero si dejar de ocuparse de asuntos menores; y dedicarse más a temas ejecutivos y de coordinación, en rebuscar nuevas líneas de negocio o más clientes que son las verdaderamente productivas para los resultados.
Ejemplo de gestión, con culturas erradas
Y una cultura errada, que consigue ser válida cuando la empresa es tuya, pero que imponerla al personal conduce a la empresa al presentismo. Puesto que mientras el empresario cree que meter más horas de trabajo en la empresa es bueno para ellos, los empleados piensan que alargar su jornada presume quitar horas a la familia.
El ejemplo no es pasar numerosas horas en la oficina, sino las precisas para sacar el trabajo adelante. Asimismo, poder descansar, dedicar tiempo a la familia o a tus propias aficiones. Y principalmente establecer un sistema que calcule este esfuerzo, en lugar de poner la carga de la prueba en un horario laboral.
Personal trabajando hasta que se retira el jefe. Salir tarde de la oficina y ver al personal trabajando suele ser una mala señal. Si el jefe sale de la oficina y no queda nadie, al contrario, es un buen síntoma. Todos los empleados se han ido a casa con los deberes hechos, esto es lo que nos debería importar.
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