Rostros ocultos de los políticos enmascarados. Ojo no son máscaras de luchadores (salvo por conveniencia propia) ni tampoco de superhéroe (más bien de supervillanos). Son las famosas máscaras de políticos que desde hace algunos años comenzaron a aparecer en las calles.
El significado de las máscaras ha superado el restringido espacio teatral y ha invadido la vida entera. La máscara ha venido a significar engaño, disfraz, artificio, mentira, la ocultación nos hace mostrarnos a los demás como en realidad no somos.
Lejos parecen estar ya las épocas en que los mandatarios solían ser figuras sagradas, a las cuales (a pesar de los abusos) se podía “irrespetar”. Y enhorabuena. Porque la máscara de un político reúne todas las facetas posibles de la historia de la careta.
Tiene mucho de las máscaras fúnebres de la antigüedad, porque sirve para perpetuar los rostros de los muertos (así sea políticamente) al imitar la cara del difunto.
Políticos con máscara, no es carnaval ni Halloween. Pero, puedes disfrazarte de malandrín.
Mucho también de las máscaras para realizar rituales y, por eso, representa seres mitológicos (como dinosaurios de la política) o espíritus malignos (como los dictadores); también llevan rostros de animales (viejos zorros o aves de rapiña) para ahuyentar pestes (como la corrupción) y enfermedades (como la vanidad del poder).
Posee la fuerza de la máscara romana, utilizada por los actores para representar los rostros de los personajes históricos (así no merezcan pasar por la historia) y el carácter festivo y burlesco de los carnavales (porque son unos verdaderos bufones).
Por todo esto, la máscara de un político es más máscara que cualquier otra. Es la máscara doble potencia por excelencia. Porque la verdadera cara del político es, ya de por sí, otra careta. Hay que conseguir desenmascararlos. Sacarles la careta y obligarlos a mostrar la hilacha.