El jefe tóxico, responsable de la mala armonía en la empresa. Mucho se ha hablado acerca de los diversos ejemplos de jefes en la empresa. Están los que atraen y estimulan a los trabajadores, los que emplean como estrategia el recelo al despido; los que confían en el juicio de los trabajadores, etc.
Así mismo como se tienen trabajadores tóxicos en las empresas, logra darse el caso que alcancen a escalar y transformarse en jefes. Lo cual supone un inconveniente; pues si asumimos un jefe tóxico insuficiente se logra hacer para que la armonía de una empresa se optimice.
El jefe tóxico crea un ambiente con muy mala vibra
Esta mala vibra que se esparce y que con nada más entrar por la puerta el trabajador ya tiene pretensiones de regresarse a su casa. Esa impresión de asumir una condena, en un trabajo donde no se es feliz. Todas estas situaciones cobran un peaje muy significativo para la empresa, la productividad.
Al mismo tiempo, no interesa cómo trabajemos o cuánto lo forjemos; generalmente el jefe tóxico se colgará todos los decoros. Mientras que, si algo sale mal o las consecuencias no son las anheladas, la responsabilidad sí que se delega en los empleados, que no han logrado estar al nivel.
El jefe tóxico no conoce lo que es un equipo de trabajo, no sabe ser líder. En esta clase de empleos la rotación de nómina en contextos financieros propicias suele ser alta. Cuando se está en un periodo de dificultad, lo habitual es que los empleados soportan meramente porque no tienen elección a moverse a otro lugar.
Se refiere a un trabajo en el que no se provee ningún tipo de aliento a los empleados. Si agregamos un sueldo indigno, un deficiente ambiente de trabajo, el efecto no es otro que un nivel de responsabilidad de los empleados con la empresa es muy bajo.
Y desgraciadamente con la crisis económica, el imperio de los jefes tóxicos se ha elevado al concebir que los trabajadores están asidos, asumir una destitución por causas objetivas, más económico, etc.
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